Εργαστήριο Λογοτεχνικής Μετάφρασης
με την παρουσία του συγγραφέα Héctor
Aquiles
González
To Festival LEA και το Abanico διοργανώνουν δωρεάν εργαστήριο λογοτεχνικής μετάφρασης του
διηγήματος «Voyeurista» από το βιβλίο La última carcajada y otras minificciones του συγγραφέα από τον Παναμά, Έκτορ Ακίλες Γκονσάλες,
παρουσία του συγγραφέα.
Το εργαστήριο θα λάβει
χώρα στο Abanico, την Τετάρτη 13 Ιουνίου 2018, από τις 11.00 έως τις 14.00.
Δηλώσεις συμμετοχής: Αbanico: τηλ. 210.3251214 & 215 / info@abanico.gr, 10 θέσεις (θα τηρηθεί αυστηρή σειρά προτεραιότητας).
Συντονίζουν:
Κωνσταντίνος Παλαιολόγος – Νίκος Πρατσίνης
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Voyeurista
El hombre estacionó el auto y se bajó con su equipaje.
Eran las 9:00 de la noche. Había tenido un día bastante ajetreado visitando
clientes en varias provincias del país. Se registró y pidió servicio de comida
en la habitación. Algo ligero. No le gustaba cenar tan pesado porque después le
daban pesadillas. Mientras esperaba se dio una ducha bien reconfortante y se
puso a ver la televisión. Llegó la cena, devoró con gran apetito e
inmediatamente se acostó, pues al día siguiente tenía que visitar una farmacia
temprano.
Ya casi
estaba conciliando el sueño cuando siente unos gemidos de placer en el cuarto
de al lado. Los gritos cada vez eran más fuertes, e inclusive podía escuchar
una especie de chasquidos como si estuvieran torturando a alguien. Trató de no
hacerle caso, pero los ruidos iban en aumento. Llamó a la recepción para poner
la queja y la joven le dijo que el cuarto al que él se refería no estaba
ocupado, pero que de todas formas, irían a inspeccionar.
Los
ruidos cesaron un poco, pero a las dos horas regresaron con más fuerza. Unos
alaridos horribles se oían. El hombre asustado pensó que estaban matando a
alguien. Quiso llamar de nuevo a recepción, pero se contuvo. Esta vez iría él
mismo a revisar.
Se
levantó. Se puso la bata. Buscó sus chancletas y salió decidido a acabar con esta «vaina» de una vez por todas
y mandarlos al carajo. Tocó la puerta tan enfurecido que casi la tumba. Giró la
manivela y vio que estaba abierta. Entró y sonrió, la escena lo sedujo.
Héctor Aquiles González
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