Se había acostumbrado a coger sus cosas y marcharse (con maleta
ajena). Se había acostumbrado a volver después de haber devuelto previamente
las llaves que pedía siempre con el apasionado sueño de la convivencia
pacífica. Se había acostumbrado a llamar a posteriori e implorar, enfurecerse
con sus súplicas, insultar arrepentida y, al final, callarse con sus pastillas.
Nunca lloraba, nunca.
Era una chica guapa, sin ninguna gracia particular y casi
sin gusto para con las modas más provocativas pero con sensualidad irrefrenable
y una increíble libertad que transformaba la cosa en organismo vivo y el
organismo vivo en cosa. Se sabía de memoria todas las canciones, populares, de
autor y extranjeras. Pero le había dado por las letras y creía que el espíritu
es flores, colores y comunicación.
Su mirada no dejaba de ser oscura, incluso en sus grandes
dichas. Era su pozo, decía. Se caía dentro y tenías que precipitarte para
sacarla. Tenías que sujetarla siempre para que no se volviera a precipitar.
Mientras la mantuvieras fuera, daba gran placer. Fiel como hija adoptiva de
otra época, la cara ropa interior no le aportaba nada. Tenía la línea de una
yegua bien cuidada. Y su mente estaba siempre puesta en el pueblo donde se
había criado entre montañas sobresalientes, con un río ancho, de donde todos
querían irse para regresar ricos.
Era especial, como todas las paradojas que nacen de los
matrimonios de la pasión y de la banalidad, sobre las cuales cuanto más hablas,
más paradójicas se vuelven.
Fuente:
Primera publicación blog Planodion-Historias
Bonsái, 25 de agosto de 2016
Andonis Zervas (El Pireo, 1953). Es poeta, ensayista,
traductor. Su
ultimo libro Διάλογοι με τον Αρχίλοχο (2016).
La
traducción colectiva es producto de las clases de Lengua Española que imparte
Konstantinos Paleologos en el Centro [Διδασκαλείο] de Lenguas Extranjeras de la
Universidad de Atenas. Tradujeron los estudiantes Panayota Bugá, Dionisía
Nikolopulu, Leonidas Ikonomu, Zoe Tsianava.
Revisión:
Eduardo Lucena.
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