Πέμπτη 20 Οκτωβρίου 2016

“Pasaban trenes en la tarde y su tristeza permanece en mí”. La poética de Antonio Gamoneda, por Konstantinos Paleologos

Hay poetas que la industria del libro tarda mucho en descubrir o no descubre nunca. Hay poetas cuya presencia se intuye detrás de las páginas de la historia literaria oficial. Hay poetas con voces cristalinas y sugerentes a los que cuesta llegar como si fueran playas cálidas y acogedoras pero de difícil acceso que aguardan sus fieles y agradecidos visitantes.

Me acerqué a la poesía de Antonio Gamoneda, a principios de la década de los noventa, por casualidad. Viviendo en Granada, por aquel entonces, escribía mi tesis doctoral sobre la obra del escritor leonés Julio Llamazares y consecuentemente me interesé por las obras de otros escritores, narradores o poetas, de la tierra, del denominado, cariñosamente o no, “grupo leonés” (también conocido como “mafia leonesa”); hablo de escritores como Victoriano Crémer, José María Merino, Juan Pedro Aparicio,  Luis Mateo Díez, José Carlón, Andrés Trapiello, Antonio Pereira, Jesús Torbado, Elena Santiago, Antonio Colinas y, del ya citado, Antonio Gamoneda, por supuesto.

El primer poemario suyo que leí fue El libro del frío que, si no me equivoco, se acababa de editar por aquel entonces. Descubrí un poeta de paisajes legendarios y míticos, que hacía suyo el tiempo y la historia, el recuerdo y la memoria de un pasado y un lenguaje. Un poeta de intensos contrastes y asombrosa sensibilidad. Todavía recuerdo el verso final de uno de sus poemas que desde entonces me trae a la memoria su tierra querida, León: “Bajo las águilas silenciosas, la inmesidad carece de significado”.

Luego vinieron más libros que Gamoneda había publicado antes que El libro del frío pero que yo iba descubriendo en un inevitable viaje hacia el pasado: el Blues castellano, Descripción de la mentira... Fue, como dije, un intento de aproximación a las raíces poéticas de Julio Llamazares el que me llevó a la poesía de Antonio Gamoneda, no en vano los dos comparten “leitmotivs concretos –el olvido, el silencio, la lentitud–”, (Delgado, 1992: 220), pero lo que empezó como obligación de doctorando se convirtió, con el tiempo, en admiración por la voz poderosa de sus versos.

Años más tarde, como profesor de literatura española ya, volví a la obra de Gamoneda, conducido esta vez por mi interés por temas relacionados con el canon literario y la formación de las generaciones literarias en España a lo largo del siglo XX. El término canon, dentro del sistema literario, se emplea para definir una serie de autores y obras que según el poder (cultural, político y económico) constituyen un objeto privilegiado de lectura y estudio. Por su parte, el concepto de generación literaria “esa especie de unidad métrica indefinible”, (Gambarte, 1996: 12) que sirve para clasificar, según períodos determinados, a los autores, ha predominado en el panorama literario español desde finales del siglo XIX hasta finales del siglo XX. Pues bien, lo llamativo con Antonio Gamoneda es que, por motivos que sería interesante analizar, no encontró acomodó ni en la generación poética de los 50 (Brines, Valente, el recién fallecido Ángel González, etc.) a la que supuestamente pertenece por edad, ni en ninguna otra posterior. La cosa no pasaría de mera anécdota si no tuviera sus consecuencias, la más obvia de las cuales es la ausencia de Gamoneda de muchas de las antologías poéticas que incluyen poemas de la llamada promoción de los 50 y de las páginas de la mayoría de las historias literarias. De alguna manera, pues, Gamoneda trabajó al margen del canon poético establecido. ¿Pero cuáles son los motivos por los que Gamoneda ha ido quedando al margen de las antologías? La explicación que da Luis García Jambrina, autor de una antología de la promoción poética de los 50, es esclarecedora: “Gamoneda, a pesar de cumplir los requisitos exigibles para pertenecer a la Promoción de los 50, ha venido quedando más o menos voluntariamente al margen con el propósito de mantener por encima de todo la independencia de su voz. Gamoneda recorre, desde un principio, un camino individual y solitario, ajeno, en su retiro leonés, a todo movimiento promocional”. Ésta, según nuestro parecer, es una de las caras de la moneda: efectivamente Gamoneda, como muchos otros colegas suyos, quedó “desclasado”, por utilizar una expresión de García de la Concha (1986: 98), por ser un poeta de provincias (que no quiere decir provinciano), por ser creador de un universo poético particular y por su prolongado silencio que duró prácticamente desde 1960 hasta 1977, pero todo esto de ningún modo justifica su limitada presencia en las historias literarias oficiales. Seguir estrictamente el método generacional y limitarse a plasmar “los núcleos oficiales de la cultura”, por utilizar palabaras de Santos Alonso (1986: 200) en la presentación de los hechos literarios, aparte de falta de perspectiva, denota pensamiento retrogrado y reaccionario.

El propio Gamoneda, en una conversación que mantuvo, recientemente, con el poeta Antonio Colinas (2007) declaraba lo siguiente con respecto a dicha cuestión: “El empaquetamiento generacional fue un invento [...]. En el orden historiográfico y didáctico el invento ha resultado ser un auténtico disparate: la crítica y los profesores han contribuido al desdibujamiento individual de los poetas, prendidos en la sencillez –simpleza– de englobarlos en una misma tendencia facilona. Para mí la generación no existe”.     

Bourdieu, en su magnífico libro, Las reglas del arte, sostiene que hay todo un proceso de canonización (1995: 333) promovido por diferentes instancias de consagración (sistema de enseñanza, prensa, academias, etc.) que conducen a un escritor al panteón literario (presencia en manuales y antologías, introducción en los programas escolares, creación de sociedades conmemorativas, atribución de nombres de calle, inauguración de estatuas, entrega de premios literarios, etc.). Pues bien, en el caso de Gamoneda, la concesión del premio Cervantes, significó, como era de esperar, un paso de gigante en su “proceso de canonización”, que afortunadamente, en su caso, se ve apoyado por el indiscutible valor literario de su obra. Estamos convencidos, por ejemplo, que en próximas historias literarias o en las reimpresiones de las existentes, la obra del poeta leonés ocupará el espacio que se merece sin la necesidad del amparo generacional.

No obstante, nosotros, más que de las diferentes “instancias de consagración” y más aun que de nuestro humilde criterio, nos fiamos de la opinión de los propios poetas. “Es mi padre literario y el que publicó mi primer libro de poesía. Para mí, es una persona magnífica y el poeta español más importante vivo, con el Premio Cervantes y sin él”, me confesó recientemente Julio Llamazares. Yo diría que casi mejor con el Cervantes.

Pero, ¿cómo definen la poética de Gamoneda importantes críticos literarios y el propio autor? El ya citado García de la Concha, presidente del jurado que le otorgó el premio Cervantes y director de la Real Academia española de la lengua, dijo, al entregarle el premio que “su poesía está cargada de simbolismo y es capaz de dotar de sentido a la palabra”. El poeta y periodista argentino Vicente Muleiro, por su parte (Clarín, 2006), sostiene que Gamoneda tamiza la España sepia de después de la guerra civil “por una subjetividad doliente, por alicaídos paisajes rurales, donde trajinan mujeres ataviadas de negro y donde los hombres marchan, pesados, a sus tareas de hombre”. El leonés Santos Alonso, por último, opina que Gamoneda es un “hombre de intimidad, de cara a cara consigo mismo, que escapa de toda atadura dogmática y se adentra en las profundidades de la duda, del silencio y del deseo como difícil aspiración a lo sublime y a la belleza”, (1986: 200). El propio Gamoneda, en varias ocasiones ha dicho que la poesía es un arte de la memoria, entendida ésta como conciencia de pérdida y del progresivo acercamiento a la muerte. Pero es justamente esta memoria la que lo mantiene en contacto con sus grandes maestros: San Juan de la Cruz, César Vallejo y, sobre todo, Miguel de Cervantes con los que comparte, como confesó al recibir el premio Cervantes, una “cultura de la pobreza”, diferenciable de la cultura que “prospera a partir de una situación privilegiada”: “En nosotros (los de la pobreza, los que nos hemos acercado al conocimiento de forma intuitiva y solitaria y los que, advertida o inadvertidamente, se han identificado con nosotros) la subjetivación radical y el patetismo resultarán naturales, y nuestro lenguaje no estará normalizado porque, aun amando la paz, el nuestro será un lenguaje poética y semánticamente subversivo”, (Gamoneda, 2007).

Considera, pues, muy justamente, Gamoneda que comparte con Cervantes la influencia que ejerció en la obra de ambos la pobreza, pero también comparte, según nuestro parecer, algo que es más significativo: esa mirada tierna y humana hacia sus personajes. Escasos creadores pueden alardear de esta característica.

A continuación, Antonio Gamoneda va a leer algunos de sus poemas, los que precisamente tienen ustedes en español y griego en la edición bilingüe del Instituto Cervantes de Atenas. Sabemos, aunque nos atrevemos a no compartir, la opinión del poeta acerca de la intraducibilidad de la poesía: “En la poesía no se trata de distinguir el fondo y la forma, sino que son la misma cosa. Al traducir la poesía el aspecto formal queda siempre herido, maltratado”, (en Nieto, 2004), sostenía el poeta hace algunos años. Los dos responsables de la traducción, Costas Vrajnós y Konstantinos Paleologos, esperan no haber “maltratado” en demasía los poemas y piden la misericordia del autor y del público...

Pero antes, me gustaría concluir esta breve referencia a la obra poética de Antonio Gamoneda y su ubicación en la literatura española actual con uno de mis poemas preferidos, de la colección Lápidas:

Los jueves por la tarde se cerraba la escuela y los chiquillos nos reuníamos para una expedición prohibida que se iniciaba sin concluir nunca; quiero decir que nunca llegó a alcanzar el gran árbol prometido, un moral de dulcísimos frutos negros. Pero nosostros íbamos. Atravesábamos las ortigas. En las acequias desecadas había sombra y pedernales, y, en ciertos sitios, herramientas, huellas de labradores enviados por sus madres a territorios innombrables, lejos de la virtud de los fielatos, que entonces eran habitación de los espías.

Pasaban trenes en la tarde y su tristeza permanece en mí.

BIBLIOGRAFÍA

ALONSO, Santos, Literatura leonesa actual, Valladolid, Consejería de Educación y Cultura, Junta de Castilla y León, 1986.
BOURDIEU, Pierre (1992), Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario, Barcelona, Anagrama, 1995.
COLINAS, Antonio, “Antonio Gamoneda, el premio Cervantes conserva con Antonio Colinas”, El Cultural, 19 de abril de 2007.
GAMBARTE, Eduardo Mateo, El concepto de generación literaria, Madrid, Editorial Síntesis, 1996.
GAMONEDA, Antonio, “Discurso en la entrega del premio Cervantes 2006”, El País, 23 de abril de 2007.
GARCÍA JAMBRINA, Luis, La promoción poética de los 50, Madrid, Espasa, Colección Austral, 2000.
GARCIA DE LA CONCHA, Víctor, “El último cuarto de siglo en la poesía de Castilla y León”, en Víctor García de la Concha y otros, Literatura Contemporánea en Castilla y León, Valladolid, Consejería de Educación y Cultura, Junta de Castilla y León, 1986, págs. 91-110.
MULEIRO, Vicente, “La destilación del dolor”, Clarín, 1 de diciembre de 2006.
NIETO, Juan, “Antonio Gamoneda / Poeta”, La Voz de Asturias, 15 de agosto de 2004.

Antonio Gamoneda, estuvo en Atenas para su primer encuentro con el público griego el 8 de febrero de 2008, invitado por el Instituto Cervantes, el portal de poesía poema.eu y la cadena cultural Ianós. Fue presentado por Juan Vicente Piqueras y Konstantinos Paleologos.





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