Una niña pequeña pasea por una gran ciudad.
En la gran ciudad hay un pequeño bosque.
En el pequeño bosque hay un gran árbol.
La niña se acerca al árbol y le susurra algo.
Le pide un vestido. Verde, como las hojas del árbol,
con un corazón rojo de terciopelo… en el lado del corazón. Si tuviera un
vestido como ese, lo guardaría como un tesoro. Le prendería con alfileres un
saquito de lavanda, canela y jazmín, para que oliera bien dentro del armario.
Como un tesoro lo guardaría, para llevarlo el día
más bonito de su vida.
La niña le dice todas estas cosas al árbol cada vez
que va al pequeño bosque, y
el árbol la escucha.
Como oreja, el árbol tiene su tronco.
Como boca, sus hojas.
Como ojos, su raíz.
Como corazón, su corazón.
Oye, pero no da ninguna respuesta ya que sus hojas
se quedan quietas.
Pasan los días y las noches. Pasan en la ciudad,
pasan en el bosque, pasan para el árbol y pasan también para la niña.
Y la niña va otra vez al bosque. Cuando llega al árbol
sus ojos no dan crédito.
De una rama cuelga un vestido. Verde, como las hojas
del árbol, con un corazón de terciopelo rojo… en el lado derecho.
¿En el lado derecho? Pero si el corazón está siempre
en el lado izquierdo. En los hombres, en los animales, en los vestidos. El
vestido que la niña esperaba estaba delante suyo, todo él. El árbol la escuchó
y se lo regaló. Era el vestido de sus sueños, pero tenía el corazón en el lado
equivocado. Era bonito, rojo pasión, de terciopelo, pero estaba en el lado
equivocado.
El corazón del vestido tenía que estar en el lado
izquierdo, para latir justo encima del corazón de la niña. Para hacer que el día
más bonito de su vida fuera aún más bonito.
La niña coge el vestido. Lo cuelga en el armario y
le cuelga encima una bolsita con aromas.
Cierra el armario y gira la llave.
Un vestido con un corazón en el lado equivocado. El
día más bonito de la vida de la niña puede no haber llegado todavía, pero parece
que ya se ha oscurecido, que ya ha perdido su color.
Pasan los días y las noches. Pasan en la ciudad,
pasan en el bosque, pasan para el árbol, pasan también para la niña y para su
vestido.
Dentro del armario, el vestido duerme con los aromas
–lavanda, canela, jazmín. La niña siempre pasea por la gran ciudad, por el
pequeño bosque, cerca del gran árbol.
Le habla al árbol de muchas cosas, pero nunca del
vestido. Se ha olvidado de él.
Un día se acuerda de él. Y se enfada. Se enfada por
el corazón que está en el lado equivocado.
Coge el vestido y corre al pequeño bosque. Llega al
gran árbol, cuelga el vestido en la rama en la que lo encontró y se va.
Cuando el vestido se queda solo, el corazón de
terciopelo rojo se despega y cae a la tierra, cerca de la raíz del árbol.
El vestido ahora es simplemente un vestido verde. Ya
no tiene corazón. Se pueden ver unos hilos rojos a la derecha.
Pasan los días y las noches. Pasan en la ciudad,
pasan en el bosque, pasan para el árbol, pasan también para la niña, para el
vestido, y para el corazón de terciopelo rojo.
La niña pasea siempre por la gran ciudad, por el
pequeño boque y cerca del gran árbol.
En uno de estos paseos, la niña encuentra un chico.
El chico tiene los ojos grandes, ojos que miran a la
niña durante mucho tiempo. Y eso es suficiente.
Pasan los días y las noches. Los paseos ya no son
solitarios. Por la gran ciudad y por el pequeño bosque se oyen risas, susurros
y besos.
Una tarde el chico aparece en el bosque llevando
algo en las manos.
Un regalo para la niña. El regalo es verde.
La niña lo coge, lo desdobla y no puede creer lo que
ven sus ojos. Es el vestido. El vestido verde con el corazón de terciopelo
rojo… en el lado izquierdo.
El corazón está siempre a la izquierda, en la gente,
en los animales, en los vestidos.
El chico le cuenta que encontró el vestido colgando
de una rama y el corazón de terciopelo rojo tirado en el suelo. Cogió aguja e
hilo y lo cosió al vestido, en el lado del corazón.
Este vestido es como si hubiera sido hecho para la
niña –eso dijo el chico.
La chica acarició el corazón de terciopelo rojo. Acarició
su antiguo lugar, a la derecha, donde todavía había algunos hilos rojos.
Esa noche le cuelga con alfileres el saquito con
aromas. Se lo pone al día siguiente.
Pasea por la gran ciudad, entra al pequeño bosque,
llega al gran árbol.
Allí espera el chico de ojos grandes.
El árbol oye con su tronco, sonríe con sus hojas y
su corazón se abre de par en par.
La niña está guapa.
Hoy que lleva el vestido, se pregunta si es el día
más bonito de su vida.
Mira al árbol, esperando una respuesta. Y debido a
que el árbol no habla, mira a los grandes ojos del chico.
Y eso es suficiente…
Traducción del griego: Naiara García Fernández
Revisión: Konstantinos Paleologos
Profesor agregado
Universidad de Aristóteles de
Salónica
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