Konstantinos Paleologos es doctor en Filología Española por la Universidad de Granada. Trabaja como profesor titular de Traductología en la Universidad Aristóteles de Salónica. Además de este interés académico, Konstantinos es también un aficionado a la creación de microcuentos, en los que tal y como cuenta la narratividad, la concesión y la necesidad de involucrar al lector en tan solo unas pocas líneas juegan un papel muy importante.
Para que los lectores se hagan una idea acerca de tus preferencias, ¿cuál es tu microcuento favorito?
Diría que mi minicuento preferido es “La expectativa” del granadino Ángel Olgoso. Va así: Borán fue condenado a cadena perpetua. Pasaron los años. Murieron los guardianes y los sustitutos de los guardianes. Se extinguió la especie humana. Los barrotes de acero se deshicieron con la erosión continuada e implacable del aire. Entonces Borán escapó. «Sólo era cuestión de tiempo», se dijo.
¿Cuáles son las características del microcuento que lo convierten en un género literario auténtico?
La narratividad, la concisión y, como consecuencia de eso, la necesidad de involucrar al máximo al lector. El microrrelato es una chispa que se convierte en fuego (o en nada) en manos de su lector.
Hoy en día, ¿se podría sostener que este género literario refleja mejor la ansiedad urbana y las condiciones de nuestra vida estresante?
No lo veo así. El minicuento no se presta a la lectura rápida, sino a la lectura pausada. Por tanto, no es un “producto” para mentes estresadas sino para mentes inquietas que es distinto.
Una parte considerable de microcuentos en español procede de escritores que no tienen el español como lengua materna, ¿cuál dirías que es la aportación de estos escritores al género?
Testimonial, de momento; pero estoy convencido de que en un futuro no muy lejano algunas de las creaciones de estos autores que no tienen el español como lengua materna pero se expresan a través de él se van a “canonizar”, primero en la red y, más tarde, con su inclusión en alguna antología en formato papel.
El microcuento es flexible y se inspira en lo fantástico, lo real y lo simbólico. ¿Hay recetas concretas que puedan ofrecernos un resultado exitoso?
El microrrelato, como bien dices, se inspira en todo, en los momentos grandes y en las nimiedades, en los temas eternos y en su parodia, y, justamente por ello, no le valen las recetas y las instrucciones. De todas formas el éxito asegurado es como el paraíso: una dulce promesa que jamás se cumple.
También escribes microrrelatos, ¿cuándo empezaste y cómo surgió esta necesidad?
El primer microrrelato que escribí se titulaba “Leto” y fue publicado en El País Semanal en diciembre de 2000. Fue mi manera de anunciar a mi pareja el nombre que proponía para nuestra hija que nacería en mayo del año siguiente. Naturalmente fue aceptado y yo, gracias a la minificción, viví mis quince minutos de gloria. Desde entonces, escribo minicuentos de vez en cuando, en español y griego, como juego, con la secreta ambición, que ya no lo es, de conocerme mejor.
Eres traductor de literatura y profesor de Traductología, ¿el oficio de un escritor tiene algo que ver con él de un traductor?
Los escritores son traductores y los traductores escritores, al mismo tiempo. Estos dos trabajos no se diferencian. Lo demás son etiquetas que tienen un peso histórico en la sociedad occidental pero que yo no comparto.
Y, para terminar, una pregunta más general. Entre los textos literarios producidos en el presente, ¿se puede decir que hay obras que pretenden ayudarnos a entender o sobrellevar la crisis que padece nuestra sociedad?
Toda obra que nace con esta pretensión está condenada al fracaso. La literatura no es un remedio, no cura nada y no tiene instrucciones de uso.
Δεν υπάρχουν σχόλια:
Δημοσίευση σχολίου