Eso suelo decir, sin pretensiones de originalidad. Mientras traducimos,
examinamos un tejido vivo célula por célula; al releer luego de corrido la
traducción, vemos el tejido vivo con un espesor al que de otro modo muy
probablemente no habríamos accedido en tal escala. Saltando de metáfora, vemos
a la vez el bosque y cada uno de los árboles. En ese sentido, la traducción
puede ser considerada una forma privilegiada de lectura.
Una experiencia reciente me llevó a confirmar de manera imprevista esa
noción desde el otro lado del espejo. De paso turístico por Atenas, recibí una
invitación del traductor griego Kriton Iliópoulos —a quien había conocido un
año antes en la Casa de Traductores Looren de Suiza— a una clase suya de
posgrado donde repasarían dudas surgidas a lo largo del trabajo de traducción,
del castellano al griego, de un cuento del argentino Rodolfo Walsh, «Nota al
pie». Un cuento que, por curioso azar, meses antes una alumna mía me había
sugerido leer y tenía pendiente. Lo leí entonces con suma rapidez y sin
escollos, según me pareció, y me presenté a responder consultas de estudiantes
griegas sobre cuestiones lingüísticas argentinas que no me ofrecerían ninguna
dificultad. Ay, el microscopio en este caso lo habían usado ellas.
Su primera consulta se refería a la palabra «menudo» en este párrafo de la
especie de larga nota al pie en itálicas —consistente en una carta de un
traductor suicida— que recorre las páginas del cuento:
Claro que había cambios más importantes. Mis
manos por ejemplo perdieron su dureza, se hicieron más chicas, más limpias.
Quiero decir que era más fácil lavarlas, no había que luchar contra ese resabio
de ácidos y costras y huellas de herramientas. Siempre he sido menudo, pero me volví más fino,
delicado.
Mi lectura veloz no me había hecho reparar en la complejidad de ese
detalle. Pregunté si el diccionario incluía una acepción de «menudo» con el
sentido de «minucioso». Sí: ‘Exacto, que examina y reconoce las cosas con gran
cuidado y menudencia’. Me apresuré a concluir entonces que, aunque la acepción
habitual de «menudo» en Argentina con referencia a una persona es «pequeño,
chico o delgado», el sentido en ese contexto debía ser «minucioso», porque de
lo contrario no habría contraste lógico con lo que sigue: «pero me volví más
fino, delicado» (ahí debí aclarar el sentido de «fino», pero eso resultó más
fácil). Mi lógica, de todas maneras, no ganó unanimidad de opiniones. Había
quiénes insistían en que el contraste se daba mejor con el sentido de
«pequeño». Pero, más que eso, lo que me hizo sentir debilidad en mis
fundamentos fue la observación de que la palabra «menudo» —además de aparecer
otras veces como parte de la expresión «a menudo»— aparecía antes en el cuento
con referencia al mismo traductor suicida, en ese caso en la especie de cuerpo
principal de la narración en tercera persona:
Y lo encuentra siempre encorvado, menudo, con ese aire de
pájaro, picoteando palabras en largas carillas, maldiciendo correctores,
refutando academias, inventando gramáticas.
Allí el sentido de «pequeño» parece cuadrar bien, aunque no es de descartar
la resonancia de «minucioso». Me he referido en otro trujamán a la importancia que adjudico a mantener
las repeticiones en tanto «respeto de la trama lingüística del texto» (Berman).
Preferiría entonces repetir ambas veces una misma palabra en la traducción, y
en lo posible una ambigüedad afín. Como mis conocimientos de griego moderno son
menos que básicos, me informé por Kriton y sus estudiantes de que no había
manera de reproducir en griego semejante ambigüedad.
En fin, el debate continuó sin solución unánime, y hubo luego otros casi
igual de complicados de resolver. En cualquier caso, más allá de detalles
puntuales como los aquí esbozados, mi gran aprendizaje fue verme reflejado como
en un espejo: las traductoras con el microscopio habían visto un espesor mayor
que el de mi lectura común de hablante nativo.
Pablo Ingberg es autor y
traductor argentino (más de 80 obras traducidas del griego clásico, el latín y el
inglés al castellano). Coordina talleres de traducción literaria.
El taller al que se hace referencia
en el presente texto se ha realizado en el marco de la asignatura «Revisión de
traducciones y mundo editorial» del Máster en Traducción, Comunicación
y Mundo Editorial
(Universidad Aristóteles de Salónica) impartida durante el curso 2015-2016 por
el traductor Kriton Iliópulos. Participaron las estudiantes: Anestopoulou
Anna, Georgopoulou Efi, Golfinopoulou Alexandra, Dimitropoulou Katerina,
Kampyli Aspasia, Karagiannidou Kiriaki, Kiose Konstantina, Lambrou Natasa,
Malakata Maria, Bakatsia Dimitra, Papaioannou Eustratía.
Viernes, 1 de julio de
2016
El Trujamán, Revista diaria de traducción
(http://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/julio_16/01072016.htm)
Ευχαριστώ πολύ, Κωνσταντίνε, por reproducir mi nota y agregar las precisiones y nombres correpondientes. Un saludo cordial,
ΑπάντησηΔιαγραφήPablo
Gracias a ti, Pablo, por honrar con tu presencia nuestro máster (y a Kriton por la intermediación), hasta siempre.
ΔιαγραφήΚωνσταντίνε, si me lo permitís, me gustaría aprovechar tu reparador espacio de agregado de nombres (el de El Trujamán es tan acotado que suele dificultar esas justicias) para sumar también el de mi alumna de taller de traducción que me había dado a leer el cuento de Walsh: Mariángel Mauri. Siempre es bello dejar constancia explícita de los agradecimientos. Y el honor fue mío.
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