Roberto García de Mesa
La ciudad después de
Las paredes húmedas.
El goteo incesante.
La brisa del norte.
Y aguardas en el portal.
Llevas tiempo en él.
Todo es muy sencillo.
Somos. Y eso cuenta.
Estamos. Y eso cuenta.
Las ruinas de nuestras vidas anteriores
nos definen en silencio.
Al mirarte a los ojos lo sé.
Sé quién fuiste.
Sé de un lugar en el que nos conocimos.
Las casualidades nos marcan.
Los besos, también.
Amar en tiempos de crisis.
Amar porque…
El lugar.
El vacío.
La voz en la oscuridad.
Confianza.
Todo lo que se necesita para huir.
Un espejo, varios espejos y un tercer ojo.
La confianza entre el alma y el cuerpo.
Todo en un paseo nocturno.
La ciudad se abre.
La ciudad eterna.
Encontrar tu nombre entre la multitud.
La música de los adoquines.
La sonoridad de la Fontana de Trevi.
El Coliseo de noche.
Leonardo y sus máquinas.
Los pájaros del Tíber.
La dictadura católica del Vaticano.
Las miradas paranoicas de los carabineros.
Solo escucho la ciudad.
Solo te escucho.
Observarte despacio.
Besarte cuando me besas.
Perderme por tus calles.
Amor y anarquía.
Porque eres la ciudad misma.
Y porque no me gusta la fe.
Amarte sin ecos imperiales,
sin la dictadura de las sagradas palabras.
Porque adoro los pájaros del Tíber,
los espíritus más libres que te recorren,
que dibujan tu historia con sus vuelos
y que me lastiman el corazón.
Y pienso ahora en el de Leonardo.
Desear la trascendencia no es un error.
Retratar es agarrarse al porvenir.
Retratar simplemente.
El dolor se cita en las paredes.
El dolor que acoge cada intento de ser
o un grafiti que explica algún misterio astrológico.
Y me dices que el futuro nos destruirá.
Es una frase que nace desde el estómago.
Sobrevivir con miedo o con nostalgia.
Solo la música,
tu melodía impasible
y tu sonrisa en forma de cúpula
convertirán mi anarquismo en un poema.
Soy un fantasma que vaga por tu cuerpo.
Sin ti, ahora.
Pero con la imagen, solo con ella.
Y la voz, la sensación del espejo.
Me refiero a cómo caigo en él,
después de encontrarme contigo.
Mi sueño.
Uno de tantos, de aquellos que tuvo Virgilio.
Eneas naufragando entre tus pechos.
Llegando a ti,
desmenuzándote el alma.
Porque casi es tan poco.
Tu imagen virtual siempre está presente en mis deseos.
Tu imagen, de cómo te devoras,
de cómo me esperas en el portal,
de cómo ha dejado de llover en mis pensamientos.
Roma-Tenerife, 2019
Δεν υπάρχουν σχόλια:
Δημοσίευση σχολίου