O Κωνσταντίνος Παλαιολόγος
και ο Νίκος Πρατσίνης καλούν παλαιούς και νυν φοιτητές τους να δηλώσουν συμμετοχή
στο εργαστήριο συλλογικής μετάφρασης ενός χρονογραφήματος και ενός μικροδιηγήματος
του μεξικανού συγγραφέα Jorge F. Hernández, που θα λάβει χώρα, παρουσία του συγγραφέα,
στο Κέντρο Ισπανικών, Πορτογαλικών και Καταλανικών Σπουδών ΑΒΑΝΙCO, Κολοκοτρώνη
12, την Τρίτη, 21 Ιουνίου 2016, από τις 16.00-18.30.
Ο
συγγραφέας θα βρίσκεται στην Αθήνα προσκεκλημένος του 8ου Φεστιβάλ ΛΕΑ και του
Abanico, με την στήριξη της Πρεσβείας του Μεξικού στην Ελλάδα.
Οι
ενδιαφερόμενοι/ες μπορούν να δηλώσουν συμμετοχή μέχρι την Παρασκευή 3 Ιουνίου
2016. Θα τηρηθεί σειρά προτεραιότητας, καθότι, για πρακτικούς λόγους, στο εργαστήριο
θα συμμετάσχουν μέχρι 12 άτομα.
Η
δήλωση συμμετοχής γίνεται με mail στο info@abanico.gr ή τηλεφωνικώς (2103251214
& 210.3251215) ή στο Αbanico σε ωράριο μαθημάτων.
Σας περιμένουμε,
Κων/νος Παλαιολόγος,
Νίκος Πρατσίνης, Leonora Moreleόn
Ακολουθούν τα προς μετάφραση κείμενα:
1.
Tienes un departamento amueblado
con austeridad y un cuerpo soñado. Tienes una voz que destila tu sensualidad y
el sillón más cómodo del mundo en el rincón de tu sala. Cerca de la ventana
estará siempre esa jarra –que alguna vez sirvió vino—habitada casi todos los
días por esas flores moradas que no sé cómo se llaman.
Tienes las piernas con las que
sueño al caminar todos los días a la oficina y he intentado recrear tu cintura
con el juego que acostumbro jugar con mis almohadas. Tienes un rostro perfecto
que podría tomar vida propia en la fotografía que tienes enmarcada en el
pasillo, justo al lado de la puerta del baño.
Tienes todo lo que siempre había
deseado encontrar en una mujer. Tenemos toda la vida por delante. Tienes
entonces, una cita, aunque yo solamente tenga la posibilidad de inventarte.
2.
Elogio
del quiosco
Debo una gratitud de cuatro décadas a diversos
quiosqueros en ambos lados del Atlántico. La mutua complicidad que establece el
lector paseante con el bibliotecario de las esquinas ha determinado una forma
de leer con el puntual resguardo de los periódicos que informan sobre todo lo
que pasa, el apartado de libros que se venden por entregas para conformar la
discreta biblioteca con la que uno se va haciendo del mundo e incluso la venta
seriada de locomotoras en miniatura o soldaditos de plomo que alinean los
estantes entrañables, donde no pocas cajas resguardan los recortes de
periódicos memorables, encabezados históricos y sucesos invaluables que el
propio quiosquero fardaba con tino desde el momento en que cuelga los
ejemplares como ropa tendida en hilos o apilando los montículos de papel que
poco a poco se van reduciendo conforme transcurre el día… y transcurren los
años, ahora con la incertidumbre y preocupación que genera el desconocido
futuro digital, donde poco a poco nos iremos quedando sin papel, pero no hay
que perder los papeles.
Debo a los quiosqueros el
adelanto de malas noticias como si al confiármelas antes de abrir la sábana de
periódico amainaran el triste impacto que me causaría su lectura; debo las
risas burlonas cuando las goleadas en contra amenazaban la estabilidad no sólo
de mi equipo de fútbol sino el equilibrio del sistema nervioso central. En
viejos tiempos de destape, fueron los quiosqueros (como compañeros de
parvulario) quienes recomendaban tal o cual portada con divas en papel, musas
despechugadas en colores o calientes historias que empezaban con algún
escandalillo de ocho columnas. Con quiosqueros he debatido de alta política y
columnas que rebasaban el mero chisme para volverse fuente fidedigna del desánimo
social o la esperanza impredecible de cualquier jueves. A los quiosqueros debo
también golosinas y postales, cigarrillos de dos colores diferentes de tabaco,
mapas para el ocio, crucigramas para el tedio… y los mudos testigos de no pocas
veces en que me dejaron plantado, ramo de flores en mano, tarde lluvia en
Princesa o mañana soleada en Insurgentes.
Llegará el día (tarde o
temprano) en que las tabletas para periódicos digitales se abaraten tanto que
podrán ser adquiridas en quioscos y quizá incluso desechadas al atardecer, pero
además hay no pocas señas vitales que se seguirán vendiendo en esos santuarios
de las esquinas que anhelo ya el día en que (tarde o temprano) me surtan mi
dosis diaria de libro semanal, revista de aficiones cada vez más secretas, el
periódico en papel y la recarga de información electrónica para mi tableta
cibernética, con el impagable añadido del callado testimonio de que ya no me
deja esperando la musa que acostumbro citar en el quiosco. Con o sin lluvia.
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